El Real Madrid, campeón del mundial de clubes
El Real Madrid es campeón del mundo. De fútbol y del sufrimiento. Bordeó un ridículo planetario pero salió vivo, indemne, campeón. Como siempre últimamente. La capacidad de este equipo para no quemarse jugando diariamente dentro de una hoguera es impresionante. Queda la sensación amarga entre su afición de que se sufrió más de la cuenta. Queda la sensación amarga entre sus haters de que por un rato el Kashima les hizo olvidar que esto era un amistoso de invierno que no valía nada... y que volvió a levantar el Real Madrid.
Era de esperar que Benzema se saliera en Japón. En el país que adora a los gatos, en el país del Maneki-neko, Karim resurgió para dirigir al Madrid al éxito. Hizo un partido de dibujos animados, con gol para empezar y asistencia para sellar. Vivo, listo, preciso... Estaba donde tenía que estar cuando Sogahata despejó blando un chut de Modric. Empujó a la red en el minuto 8 y pareció que el soufflé de la final se derrumbaba al poco de empezar.
Pero el Madrid sufrió una bajada de tensión. La habitual, nada que no hayamos visto antes. Lo que no era de esperar es que ante un rival menospreciado por propios y extraños, que ya había perdido antes de salir al césped, tuviese que tirar de los recursos de épica que tanto ha utilizado este año. Un despliegue de indolencia del que no despertaron al primer bofetón. Shibakasi aprovechó un error de Varane en el despeje para igualar ante Keylor al filo del descanso.
En la caseta pudieron pasar dos cosas. Que Zidane intentase abroncar a los suyos por la falta de intensidad y que no le hicieran caso o que en la charla el técnico no viese necesario insistir a los suyos para que despertaran de una siesta a deshora. Porque en la reanudación Shibasaki volvió a aprovechar otra torrija madridista para soltar un zapatazo lejano que sorprendió a Keylor, desubicado.
Gaku Shibasaki le marcó al Real Madrid dos veces, en el Estadio Internacional de Yokohama, en la final del Mundial de Clubes, y casi ni los celebró. Fue la constatación de que el fútbol japonés se parece en poco a lo que aprendimos de Oliver y Benji. La pasión la pone el público, pero lo que se ve sobre el césped es un intento de ordenación absoluto, de dibujo técnico, con un punto de frialdad.
Por eso cuando se les cruza un verso libre como Benzema les rompe todo el haiku. El francés se filtró en los huecos de la cuadrícula que presentó el Kashima. Entre él y Lucas resucitaron al Madrid. El chaval se fue de todos. Todas las veces. En una de sus internadas al área le hicieron doble penalti. No es que se pasara al fútbol sala, es que un defensa le agarró y el otro le derribó. Cristiano marcó desde los once metros y empató con media hora por delante.
Mejoró el equipo español, llevado en volandas por Benzema y Lucas, aunque no llegó el tercero. Menos aún cuando Zidane sacó del campo al gallego, el hombre que estaba desequilibrando el partido. Y desequilibró al Madrid. Los últimos minutos del tiempo reglamentario fueron de asedio. Pero del Kashima sobre la portería de Keylor. Y llegó una prórroga que Sergio Ramos jugó de gratis. El problema del videoarbitraje no es el vídeo, es el arbitraje.
En el tiempo extra Karim hizo de 'Chica de ayer' y llevó al Madrid al Penta. Le metió un pase a Cristiano para el tercero, el que por fin ponía a los blancos lejos del susto y cerca del título. Al poco llegó el cuarto, hat-trick de un Cristiano que no brilló pero que mira, oye, es que hizo tres goles y acabó ganando él el Mundial...
El Madrid volvió a ganar en la ruleta rusa, otra vez, para cerrar 2016. El año que ganaron peligrosamente. El Real Madrid es inmortal y es pentacampeón.